miércoles, 15 de diciembre de 2010

Mi primera vez con la ayahuasca.



La primera vez que fui a un lugar cuyas garantías sólo conocía por email y por teléfono me llevaron Viole y su chico.
Por fuera ambos estábamos de acuerdo en que la pinta de la zona era como de barrio residencial obrero.
Toque el timbre de la dirección que tenía y me abrió Julián.
Me explicó que estaríamos 3 personas para la sesión y él.
Los otros dos ya habían hecho más sesiones, un chico (¿a qué edad dejamos los viejos de llamarnos chicos?), bueno un hombre, que por su conversación daba mucha importancia a la música, y otra chica, Susana, que luego me contaría un resumen de lo que sintió esa vez y de lo que sintió en sus dos anteriores tomas.
Julián sólo se preocupó de orientarnos en un par de cosillas básicas, que estuviésemos cómodos en el sentido de llorar con confianza por ejemplo si te lo sugiere o vomitar que era también muy frecuente. También de que si salíamos al WC, cerrásemos la cortina para mantener la oscuridad.
Bueno, pues tras los escasos prolegómenos, nos bebimos la ayahuasca y nos tumbamos en los sacos y colchonetas que habíamos traído, con una bolsita al lado por si vomitábamos.
Para mí no hay color entre estar tumbado (una delicia) como hace Julián, que sentado como hace Digo (y el de la foto).
Por lo que atisbo en mi escasa experiencia, es, que esta última forma, junto con un control de la respiración, limita mucho más hasta donde permites acceder a la ayahuasca.
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Uno de los términos que aquí se acuñan es entrar en trance.
Y esta vez, vive Dios que entré, hasta las trancas.
Es una sensación no apta para todos los públicos, de hecho creo que es apta para pocos, pero sin duda es lo más fascinante que he vivido nunca.
La primera sensación es que en ese baile (inducido por la música) de luz y color tu mente se va desplegando, creciendo, multiplicando su pontencial hasta un nivel inimaginable. Las paredes (puedes abrir los ojos y la sensación continúa) se hacen grandes y definidas, llenas de símbolos simétricos y mostrando lados, aristas...
Luz, sonido, geometría se mezclan en una sensación de potencial mental ilimitado.
Y de manera muy rápida, aparece una voz que es diferente a cualquiera que hayas oído antes.
Es diferente por su rotundidad, porque no parece estar bajo tu control, y con la que dialogas perfectamente, tú le puedes preguntar lo que quieras y "ella" te contesta. Y te contesta cosas que tú al parecer ignorabas.
Llamarla madrecita o abuelita tiene varios elementos en común. El primero le otorgamos un género femenino, y eso es sin duda porque aunque te dice cosas terribles siempre lo hace con cariño. Es como si supiese que vas a sufrir y no se corta de hacerte sufrir pero se apiada de tu sufrimiento.
Y la connotación de mayor que tú viene sin duda de su sabiduría. Es alucinante y desgarrador, como da en el clavo de todo lo concerniente a uno mismo. Sería absolutamente impensable, acercarse si quiera a esa precisión quirúrgica que ella muestra al analizarnos.
Por muy autocrítico y analítico que uno sea, la visión de su yo consciente sobre si mismo es la de un aprendiz torpe y limitadísmo (y ciego) en comparación con la que ella nos muestra.
Incluso cuando quise comentar a mis amigos, varios días más tarde, todo la conversación que tuve con esa voz, sé que me dejé muchísimas cosas en el tintero.
Ahora con el tiempo (hace más de un año) mi precisión de transcriptor de aquello será todavía más floja y más aún con esta deliciosa Trappistes Rocheford que me está acompañando.
Hubo comentarios sobre las tres personas que tenía a mi lado, pero fueron todos desacertados.
Creo que eran el anhelo de sentirme acompañado en algo tan fascinante.
Siempre he tenido una desgarradora necesidad de compartir con la gente a la que quiero todas las cosas emocionantes que me suceden. No sé si eso es algo bueno o malo. Quizás la mayoría lo calificaría de infantil, pero lo que no puedo es negar ese sentimiento tan obvio.
Pero bueno, dejando ese mínima parcela poco acertada, lo que fue fascinante es lo que trató de mí y de mi gente.
Si ya me cuesta acordarme de todo lo que viví, el orden en que sucedió es ya "misión imposible", así que aunque trataré de ir por el orden que recuerdo, supongo que no lo conseguiré.
Empiezo por una de las preguntas que ella me recogió. Me decía: "¿Así que quieres saber quién eres?" Y yo le respondía sí, ¿quién soy?. Todo esto era en un baile espiral en el que todos esos símbolos de la pared giraban como un torbellino bailando.
Ella antes me había dicho que debía "Viajar" con mi cuerpo, que debía ser consciente de todo, no sólo de mi pensamiento.
Decía: "siente tu cuerpo", y lo incorporaba al baile, "siente a tus compañeros", y los incorporaba, mira a Julian, y me decía algo gracioso como "fíjate que cara de concentración tiene", y es que en esa habitación a osucuras, la luz de la pantalla del ordenador resaltaba su cara como único objeto visible en la sala y cobraba mucha intensidad.
Fíjate, me decía, es un gran director de esta orquesta. Y yo asentía.
Antes me había ninguneado a la Ketamina, porque ella, la más jóven y díscola de la familia sólo te hacía elevar con la mente, y se olvidaba del mundo. Venía a decir algo como que es muy ambiciosa, pero que se deja el mundo atrás.
Le pregunté por el Peyote, y me dijo que todos eran sus parientes, pero que sólo me ensañarían partes de la verdad, que la única sabia, que me podía enseñar TODA la verdad era ella, y que si la tenía a ella para que necesitaba a mediadores parciales (no fueron esas sus palabras, sí su idea).
Pues volviendo con mi pregunta, me contestó: "Tú eres alguien a quién esperaba hace tiempo, alguien muy especial para mí. Tú eres "El orejotas"". Yo me emocioné muchísmo sólo al sentir que tenía un nombre para mí, aunque aún no me había explicado el porqué de ese nombre.
Me dijo "tu eres como un cachorrito de sabueso, de grandes orejotas caídas, pero que está deseando desplegarlas para prestar toda su atención cuando oyes palabras que suenan a VERDAD".
"Pero como un cachorrito andas por todos sitios, distrayendote con cualquier cosa poco importante y perdiendo con facilidad la concentración en tu objetivo".
La mezcla de precisión, cariño, e inteligencia de sus palabras me hicieron llorar de emoción.
De hecho, en un momento me riñó porque me distraía con el espectáculo, de luz y color en torno a sus palabras, que me tenía fascinado .
Me dijo que el embudo que percibía me elevaba hasta ella era Dios, como si no hubise una fisura en ese flujo, un tubo, esa voz, yo, dios, eran todo una continuidad.
Me dijo, la religión es esta búsqueda unipersonal en la que no hay más guia que tú.
La opción religiosa en la que colocas como guía a alguien externo a tí, es el concepto más alejado de la religión.
Nunca sentí una alternativa más rotunda a mi agnosticismo. Agnostismo que, a pesar de todo lo vivido, sigue siendo cómo mi piel. La duda, la incertidumbre, la posibilidad de que incluso esto sea mentira.
Los católicos hablan de santo Tomás y que debió meter los dedos en los agujeros de Jesús para estar convencido. A mí, me deberían hacer los agujeros, para tal convencimiento.
Me dijo que este camino que estaba viviendo era la continuación del que había vivido hasta ahora. Que no se está preparado para esto si uno no viene ya con un trabajo hecho de antes.
Hablamos, por supuesto, de mi gente. Le pregunté por los míos.
Recuerdo recados para todos. Conrad y Mª Cruz.
Pregunté como sería vivir esto en pareja. Julián me dijo: "Sólo si están preparados para verse el uno al otro sin escudos".
El otro compañero de "fatigas" (no recuerdo el nombre, creo que Luis), dijo. "No, que cada uno venga por su lado".
De mi otra parejita querida, "Alberto y Begoña" me dijo que Alberto no se atrevería y que Begoña debía esperar a que él dijese que sí para ir ambos juntos.
Por supuesto vuelvo a recalcar que siempre que me cuenta cosas de otros carece de validez.
En este caso tiene la poca validez de que yo los conozco y sé como son.
Nagore, por supuesto, necesidad imperiosa de concer a la abuelita.
El volcán mental de Nagore en este encuentro sería digno de la mejor serie que jamás se haya hecho.
Por supuesto, Anna, pero ahí fue claro. Anna tiene que venir a tratar el tema de su padre.
Supongo que Nagore no porque lo enterró antes de que muriese.
Mucho antes.
Y además hizo bien.
Eso nos diferencia a mí y a ella sobre la mayoría. Cuando alguien cruza determinado umbral lo tachamos de nuestra vida, sin contamplaciones ni concesiones.
Sea quien sea.
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Y el capítulo aparte, María Recio. Cuando llegó a ese capítulo me dijo sólo dos cosas:
1ª) "Mira cómo es ella", y cuando hace eso te muestra toda la persona, todo lo que tú conoces de ella, como si fuese una fotografía, todas las conversaciones, detalles, todo, se queda grabado en una sóla impresión.
2ª) Y me preguntó "¿no es una bellísima persona?", yo asentí conmovido.
Y me dijo: "Pues tú no derramaste ni una sóla lágrima cuando la dejaste".
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No recuerdo haber llorado tanto.
Hacía cerca de 30 años que no lloraba por algo mío (lloro en películas), y aquí, me dijeron después que fue.. "una jartá de llorar".
Me dijo que ella (la abuelita) podía reconfortar a María de su soledad, pero que debía decírselo en vivo. Contarle lo que pasó, y que si ella tras conocer la ayahuasca la odiaba por no haberle mostrado su rostro antes, que le brindara mis lagrimas para que le perdonase su retraso.
Yo intenté quedar con ella, pero no hubo respuesta.
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De pronto, desapareció toda esta sensación. Fue como si encendiesen la luz, y me encontraba como antes de tomar la ayahuasca.
Había entonces la opción de "Otra ronda". Yo lo tuve, claro. Venga, otra ronda, esta la pago yo.
Pero nada. Seguí con la mente igual que siempre, y además me entraron más nauseas.
Julián me dijo que ahora que me conocía ya veía que otra ronda no me servía. Que otra vez, si me pasaba no me la daría.
Cuando acabó la sesión, Susana y ¿Luis?, se levantaron como si nada, y se pusieron a tomar una cena bien preparada por Julián. Yo apenas pude beber agua a sorbos pequeños.
Nos contamos nuestras impresiones.
Ni siquiera al día siguiente pude hacer un desayuno. Creo que tome una infusión a sorbos.
Pero a la hora de comer recuperé fuerzas en un restaurante de una ciudad que conocía, con la Viole y su chico, por primera vez. Aranjuez.
(y el pareado ha sido casualidad).

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