
A mí alrededor se llevan unos zarpazos que les oyes decir: "Me han sacado de mi eje", "No podía abarcar tanto dolor". "Tengo que rearmar todos los trozos en los que me he roto"...
Y lo mío es cómo ir al cine a ver una interesante y bonita película de mí.
Y yo ya tengo ganas...DE QUE ME DEN CAÑA.
De todas formas, encantado y agradecido por la experiencia.
La primera versaba de mí de niño. Estuve recordando y sintiendo al niño que fui. Con todas sus cualidades. Principalmente el entusiasmo y la energía. También el valor, la osadía y la falta de criterio para abarcar las misiones que eres capaz de abordar con éxito.
Pensaba en que ese niño, siendo niño, tenía todas las armas para enfrentarse a la vida y a lo mejor lo hubiese echo mejor que yo.
Yo me río de mis ilusiones, de mi deseo de bailar, de andar en patines, de cantar, incluso de tirarme en paracaídas con esos trajes voladores. Siempre me río de la imagen de mí, me gusta esa sensación de despojarme de toda brillantez artística, o similar. Así, siendo yo mi peor crítico, desarmo otras posibles críticas y me hace fuerte, pero destruye toda ilusión por crecer en algo que no sea mensurable, y que nadie me pueda robar por decisión mayoritaria.
Me ví en esa ceremonia, diciendo a ese niño, que ahora él sería, tal y como él era, quién llevaría el control, quién lucharía con la vida.
Se sentía su ilusión y su creencia de poder con todo. Con las hostias que da la vida... Pero ahí está él, lleno de confianza en sus posibilidades, en su ferocidad.
Cuando se sentía ya fuerte en esa adolescencia en que empiezas a intuir la fuerza del hombre, sin estar preparado, le digo: "Ya sé quién va a ser tu rival, ese para quién te has ido preparando: Yo".
Y esa es la idea destronar con la sangre nueva, con la ilusión, el escepticismo, el cinismo, y el no mover ficha de mi yo adulto, era la batalla planteada.
Yo siempre he sido para él, el guay, el admirado. Y me pregunta a mí: "El observador": ¿Pero tú, con quién vas?.
Y esa respuesta la tengo clara: "A partir de hoy, pase lo que pase contigo".
Y me pregunta consejos, y yo sólo le puedo dar uno: "Confía en ti". Me gustaría decirle un montón de cosas, pero si le aconsejas cambias su pureza, así que por qué guiarle, por qué prevenirle.
Me pregunta si antes de empezar la batalla podemos darnos un último abrazo: "Le contesto que con enorme ilusión".
Y me pregunta si de vez en cuando, cuando se sienta sólo, podemos pactar un terreno común donde reírnos y abrazarnos. Otra vez, que sí, encantado.
Entonces tiene clara la respuesta: "Pues date por derrotado".
De nuevo, no había visto hasta hoy tu escrito.
ResponderEliminarEsta historia con tu niño interior es muy bonita y creo que muy reveladora para ti. Leyéndola me ha parecido sentir lo que tú podías experimentar en la ceremonia. Espero que te ayude mucho en tu camino.