Ya cruzamos el medio siglo hace "un ratico", y por supuesto, con nosotros, nuestros amigos, nuestros ídolos, los parientes de nuestra edad...
Y en esta fase, una década antes de la posible jubilación, noto que la gente de mi edad tiende a aislarse. Ese hambre que tenían de jóvenes, de quedar con los amigos, saber de ellos, comparar su evolución con la tuya, va menguando y desapareciendo.
Creo que esto cobra más fuerza en los que tienen ya su familia, pareja, uno o dos hijos... Esta relación parece colmar y llenar todo la necesidad de afecto y compañía. Las historias de sus hijos que ya se hacen mayores, se vuelven las más interesantes, y parecen llenar ese espacio que antes llenaban los amigos.
No digamos ya, de conocer nuevos amigos, eso ya es, "Misión imposible".
El desinterés por mantener relaciones que antes se consideraban "enriquecedoras", se manifiesta en que desaparece el interés por llamar, escribir o preguntar por los amigos. Y si es al revés, si son los buscados, tener más y más dificultad de ser contactados.
Lo que antes era una larga contestación, y un preguntar por tí, ahora es un monosílabo.
La accesibilidad para quedar se va haciendo más complicada.
Otra característica de este aislamiento es relegar las amistades enriquecedoras por las cómodas.
Si al amigo interesante lo tengo que encontrar, lejos, con esfuerzo, haciendo malabares por cuadrar una cita, pero tengo a alguien accesible porque vive al lado, son los padres de los amigos de mis hijos, etc... Me quedo con estos últimos, y éstos llenan el 100% de mis encuentros de amigos.
Es como si por hacer un símil gastronómico, el sabor de la comodidad y la accesibilidad fueran ahora los más deseados, y el sabor del enriquecimiento humano, afectivo e intelectual, perdiese intensidad.
Y lo más duro, cualquier desencuentro, que antes nos haría indagar, preguntar, reprochar, discutir..."Las horas que fuese necesario", ahora suponen un carpetazo con la única sensación subjetiva y no contrastada de ese desencuentro.
Yo por mi lado, seguiría dedicándole el tiempo que fuese necesario para aclarar cualquier desencuentro con los amigos. Pero cuando es al revés (que si no siempre lo es la mayoría de las veces), estoy trabajando lo que yo debo hacer.
Quizás lo que considero más importante es dejar patente mi total humildad para hablar de mi torpeza. Y esto es totalmente así.
Lejos de sentirme como el arrogante que era antes de pensar "Si yo lo hago todo bien", he pasado al lado contrario, y me siento como Klaus Maria Brandawer, cuando Maryl Streep, le dice en "memorias de Africa"...
. Si quieres el divorcio tendré que acusarte de algo.
Y él responde...
- Acúsame de lo que quieras que seguro que tienes razón.
Pues así me siento yo, justo como él, sabiéndome en la total imperfección, sobre todo a la hora de tratar con el prójimo, y no molestar u ofender.
Por otro lado, no caer en el desánimo de sentirte una mierda, un lugar fácil en el que caer, ya que si aquellos que son para tí un referente, reniegan de ti, será que la estás cagando con mayúsculas.
Por supuesto, si te dan la oportunidad de entender cual ha sido la "Ofensa", ser permeable al 100% y aprovechar y agradecer el esfuerzo que hacen al contártelo. Para esto es esencial no tomártelo como algo personal.
Y bueno, finalmente, guardar con cariño ese espacio, por si quieren volver a retomarlo, y en ese caso, agradecerlo sin un atisbo de reproche.
Y por supuesto, seguir disfrutando con quién te permite, de ese maravilloso aspecto de la vida que es la amistad.